martes, 21 de julio de 2015

Vamos a los congresos científicos

En los últimos meses he leído algunos post referidos a la comunicación y divulgación científica, donde resalta el poco entendimiento que existe del quehacer científico. ¿Qué hacemos los investigadores? ¿qué avances hemos logrado? ¿de qué forma nuestras investigaciones contribuyen al desarrollo de un país?. Si no viene un periodista a preguntarnos, o lo expresamos a través de una página web personal, la cosa se torna complicada; sin embargo hay otros medios. Un lugar donde mostramos una parte de nuestro trabajo son los congresos o reuniones científicas, donde además solemos expresarnos de una forma más entendible. A este tipo de reuniones concurren desde investigadores de alto nivel hasta estudiantes universitarios, es decir, un público variopinto, razón por la cual las conversaciones y charlas suelen ser más digeribles. En este tipo de eventos se suele socializar mucho, pero a la vez creo que los asistentes compartimos un objetivo oculto: darnos a conocer en el círculo científico y/o promocionar nuestras investigaciones, y es que nunca sabes con quién te puedes topar.

Pero, ¿para qué sirve asistir a un congreso?
Depende de donde te encuentres parado y hacia donde quieres ir. Me explico, si eres estudiante te interesará informarte de lo que se está haciendo en el campo de tu interés, si eres listo puede que hagas buenos contactos para realizar una estancia, maestría o incluso doctorado con alguno de los investigadores visitantes. Si eres profesor universitario, puede que un congreso sea el sitio ideal para que contactes con investigadores que compartan las mismas inquietudes que tú, en el mejor de los casos habrás establecido nexos para futuros proyectos de investigación, propios o donde colaborar. Sea como sea, ir a un congreso solo de oyente es poco o nada rentable, hay que tener un objetivo claro: socializar, pero teniendo presente que de ahí se puede sacar un mayor beneficio propio. He aquí la parte difícil: hay que romper el hielo, preguntar, darse a conocer, pedir correos electrónicos, quien no se manifiesta no obtendrá nada.

Además de todo ello, los congresos también te sirven para el curriculum (no si vas solo de asistente); seamos claros, una charla (o un póster) en un congreso no es una publicación científica (aunque aparezca en un libro de resúmenes); sin embargo, en algunas instituciones puntúan como divulgación científica, es decir, como si hubieras escrito una nota periodística, y aquí vuelvo a lo mencionado en el primer párrafo de esta entrada: divulgar nuestros conocimientos también es parte de nuestra tarea como investigadores. ¿Quieres saber que hacen los científicos? Anímate y participa de un congreso científico.

lunes, 15 de junio de 2015

Investigar con el tiempo en contra

El tiempo es oro, y más aún si se trata de hacer investigación. Varios jóvenes colegas que se han incorporado recientemente a la docencia universitaria me han comentado sus frustradas intenciones de hacer ciencia con el escaso tiempo que disponen. Y es que los sistemas universitarios que rigen sus actividades vuelcan sobre ellos muchas horas lectivas para dar clases – una especie de “pago por derecho de piso” – rezagando así el tiempo que deberían disponer para realizar algún trabajo de investigación. Sin embargo, la escasez de tiempo no es solo de los jóvenes docentes, al parecer también afecta a los profesores ordinarios. Sea cual sea la causa, lo cierto es que con poco tiempo disponible no se puede hacer investigación, y menos de calidad, que es lo que nos exigen.

Dos alternativas ayudarían a paliar este inconveniente, aunque adelanto ya que las cosas regaladas no se dan, todo implica esfuerzo. La primera de ellas son los postgrados, a través de estudiantes de maestría y doctorado se pueden llevar a cabo proyectos de investigación cuyos resultados finales deberían ser publicables en revistas arbitradas y preferiblemente indexadas. Una condición que se da en la Universidad Nacional Autónoma de México y que me parece digno de imitar es que al estudiante de doctorado se le exige tener por lo menos un artículo publicado para poder recibirse de doctor. Es resaltante que incluso a los estudiantes de licenciatura se les prepara para que sus trabajos de tesis terminen en una revista científica arbitrada. Bajo este panorama, tendríamos a estudiantes de pregrado, maestría y doctorado como colaboradores para llevar a cabo la tarea de investigar y publicar.

La segunda alternativa viene dada por la contratación de personal exclusivo para hacer investigación, algo que parece aún poco extendido en las universidades públicas de Perú. Se trata de personal cualificado que se dedica de forma exclusiva a hacer investigación, obviamente no actúan por cuenta propia sino bajo la tutoría y el marco conceptual del proyecto de un profesor-investigador. Aquí en México estoy teniendo mi primera experiencia al respecto como investigador postdoctoral, y mi cronograma se sintetiza en una palabra que se repite para cada mes: escribir, escribir y escribir. El objetivo es uno solo: incrementar la producción científica del grupo de trabajo, y lograr publicaciones de calidad.

Ahora seamos coherentes, hay que tener dos cosas claras frente a esto. Primero nadie trabaja gratis, por el bien mismo de nuestra profesión debemos buscar la forma de que estos trabajos sean compensados económicamente, para ello se debe incluir el financiamiento de dichas actividades dentro de los proyectos presentados (el tema de la capacitación de personal a través de maestrías y doctorados debe ser incluido y valorado); y segundo, la tarea del investigador principal no lo excluye de sus obligaciones, dirigir un barco no es sencillo, pero hay que mentalizarse que conducimos uno para afrontar con éxito cada ruta que nos tracemos.

lunes, 18 de mayo de 2015

Las Torres de Hanói

Hace unos días fuimos con mi familia a visitar el Museo de las Ciencias Universum (http://www.universum.unam.mx/) en México D. F. Es un museo tipo el Museo de la Imaginación de Lima, pero con muchas más atracciones y explicaciones sobre algunas ciencias básicas como la matemática, la física, química y biología, donde se aprende jugando y pensando, pero sobretodo divirtiéndose. Dos juegos llamaron primordialmente mi atención: la campana de Gauss, aplicado por ejemplo en la teoría de las probabilidades, y explicado tan comprensiblemente con una tabla y unas bolitas de acero; y las torres de Hanói. Este juego matemático consiste en apilar discos de radio creciente en una de las otras dos estacas siguiendo ciertas reglas (como por ejemplo que un disco de menor tamaño no puede estar por debajo de uno de mayor tamaño). Historias relativas al juego hablan de un templo de monjes quienes tienen que mover 64 discos, el sacerdote de turno no debe mover más de un disco a la vez, y no puede situar ningún disco encima de otro de menor diámetro. El día que estos monjes consiguieran terminar el juego, el mundo acabaría.

Enlazando historias con lo que uno vive, recordé también que hace unos cuatro años tuve la oportunidad de dar una charla sobre sistemática molecular en líquenes, con motivo de las Jornadas Científicas de los Estudiantes de Biología en Cusco. En aquel evento, también participó José Alvarez, un conocido ornitólogo español que radica en Perú ya hace buen tiempo, y quien en uno de sus comentarios sobre mi charla expresó que en el Perú se hace necesario proyectos de ciencia aplicada más que de ciencia básica, o al menos eso fue lo que entendí. En sucesivos episodios me he topado también con la repetida pregunta: ¿y para qué sirve lo que haces?, y me ha tomado años formular una respuesta que deje satisfecho al cuestionador. Para los que trabajamos en ciencias básicas nos resulta difícil dar una respuesta que convenza, sencillamente porque – aunque conozcamos a la perfección el campo que estudiamos – muchas de las cosas que hacemos no tienen una aplicación directa en la sociedad. En el Perú hace falta el desarrollo de tecnologías, estamos de acuerdo, pero esas tecnologías aplicadas deben tener también una base bien fundamentada para lograr el desarrollo.

La ciencia y la tecnología van de la mano, sin embargo una es consecuencia de otra. No podríamos hablar de desarrollo de tecnologías sin haber explorado antes el mundo de las ciencias. Y entonces es así como veo que debe desarrollarse la ciencia en nuestro país, como las torres de Hanói, con una base científica mayor al conocimiento aplicado, y de esta forma dar estabilidad al desarrollo del país. Si los discos pequeños del conocimiento aplicado son ubicados en la base, nuestra torre perderá estabilidad y en algún momento caerá. No dejemos de lado a la ciencia básica, al contrario, es parte también de nuestro desarrollo buscar sus aplicaciones en la sociedad.

martes, 5 de mayo de 2015

El arte de escribir

Como investigadores tenemos el deber de escribir los resultados de nuestros estudios, para beneficio social, científico y por supuesto personal. Para ello existen las llamadas revistas científicas cuyos enfoques y publicaciones periódicas abarcan los distintos temas de la ciencia y tecnología, así como los diferentes niveles en que se realizan los estudios, y las cuales llegan a distintos públicos (llamémosle temas que interesan a unos pocos o a muchos). A nivel mundial existe una diversidad de revistas científicas donde publicar, casi incontable, y el Perú no es ajeno a ellas, tanto así que muchas universidades peruanas cuentan con sus propias revistas de divulgación; aunque por supuesto, no todas tienen el mismo nivel académico. Según el tipo de revista en que se publique, tendremos una idea acerca de la calidad del investigador (y posiblemente de su excelencia académica). Para un docente universitario, publicar en una “buena revista” le da prestigio, y a la vez es un respaldo para su perfil académico cuando intenta obtener fondos para sus proyectos de investigación, formar redes con otros investigadores, o incrementar su grupo de investigación; por lo que esta tarea debe convertirse en una prioridad.

Sin embargo, escribir artículos científicos no es sencillo, hay varios factores que afectan su desarrollo. Principalmente el tiempo; el cual puede verse desde dos perspectivas: el tiempo que nos toma escribir, y el tiempo que disponemos para escribir. El primero de ellos depende mucho de la revista donde se piense publicar, si es en español o inglés (u otro idioma), o si pertenece a alguna base de datos (el CONCYTEC considera SCOPUS y MEDLINE). En mi corta experiencia, para una revista en inglés, y perteneciente a una base de datos internacional, me toma aproximadamente como seis meses posteriores a la obtención de resultados, tres de los cuales se van en la redacción del primer borrador, y los tres siguientes en las correcciones por parte de otros coautores o un colega externo; pasada esta etapa, el manuscrito recién es enviado a una revista donde entra en un bucle de “añorada pronta publicación”, donde sigue otro proceso de revisión por parte de editores y/o evaluadores, hasta que finalmente alguno da el visto bueno (no sin antes hacer algunas correcciones por supuesto). La práctica hace al maestro, dice un viejo dicho, y espero que ese tiempo se reduzca en un futuro próximo.

Pero cuando hablamos del tiempo que tenemos para escribir, la cosa es variopinta. Mi actual tutor considera que ese tiempo se reduce considerablemente cuando uno entra a la docencia universitaria, y lo cual es ratificado por varios docentes universitarios a quienes pregunté sobre el tema. Clases, prácticas, salidas de campo, asesorías, informes, y reuniones socio-académicas son algunas de las labores que afrontan nuestros docentes universitarios. De momento, esto vamos a dejarlo ahí, ya que estoy explorando más sobre el tema para ver que tanto afectan estas labores a la producción científica y tecnológica del país.

Para cerrar este apartado, mencionaré que otro factor en la redacción científica tiene que ver con la destreza, o capacidad de redacción. A algunos se le dará más fácil que a otros, la forma adecuada y el idioma (aunque queramos publicar en español) son factores muy limitantes; sin embargo no por ello debemos abandonar la labor. Como muchas de las cosas de la vida, esto también se aprende, y hay que capacitarse, tanto en la forma de redacción (para lo cual cada día aparecen más y más cursos y talleres de redacción científica), como en la redacción en otros idiomas distintos al nuestro (principalmente inglés). Capacitación es la palabra con que finalizo esta entrada, ¿qué tan preparados estamos para escribir un artículo científico?

lunes, 20 de abril de 2015

Potencial investigador de las Universidades Públicas Peruanas: ¿Quiénes investigan en las Universidades Públicas del Perú?

Una visita rápida a las páginas web de las Facultades asociadas a las ciencias básicas (ejm. Biología, Química, Física, Matemática, Medicina, entre otros) de las Universidades Públicas del Perú para saber en qué ramas de la ciencia se desenvuelven los docentes universitarios arroja un resultado desalentador: es difícil saber quién investiga y en qué. La razón se justifica en que en más del 70% de las páginas visitadas no figura la relación de docentes. En las que sí lo hacen, sólo un 67% incluye información de los grados académicos, pero casi ninguna menciona a qué se dedican los docentes universitarios (además de enseñar). Unas pocas mencionan los departamentos en que trabajan, pero aún así esta información suele ser muy generalizada. En este sentido debo resaltar la información pública proporcionada por la Facultad de Medicina de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, que es la única que si proporciona la información buscada.

Esta búsqueda tenía un fin: yo – investigador nacional o extranjero – quiero saber con qué investigadores puedo establecer contacto para elaborar un nuevo proyecto de investigación, con qué investigadores podría establecer redes de trabajo, a qué investigador podría recurrir si necesito información de determinada zona del Perú, o qué investigadores podrían colaborar en algún proyecto de ámbito regional, nacional o internacional, etc. En resumen, ¿con qué otros investigadores universitarios podría llevar a cabo proyectos de ciencia y tecnología?

Sin embargo, el objetivo de esta nota no es mostrar las deficiencias en las que recaen algunas Universidades a nivel informático, ya que una simple reestructuración de la información proporcionada en las páginas web solucionaría el impase. La pregunta de fondo sigue siendo ¿en qué ramas de las ciencias trabajan los docentes universitarios?, y sobretodo ¿qué factores limitan su labor en la promoción y divulgación científica? Porque, si bien es cierto, las páginas web de las Universidades no muestran la información buscada, debería haber otras formas de conocer el trabajo de cada docente investigador universitario, y más aún considerando las herramientas tecnológicas con que se cuenta hoy en día para compartir información.


Mi experiencia de estudios en una Universidad Pública, así como la visita a otras casas de estudio, me incita a manifestar que sí se realizan investigaciones científicas en las Universidades Públicas del Perú. Lamentablemente no todos los docentes universitarios investigan (véase el censo nacional universitario 2010), de los que sí lo hacen se sabe su nombre y apellidos, sin embargo, en quienes no lo hacen veo una limitante en cuanto a vocación científica o en la difusión de sus resultados. El Perú cuenta con una población de 57 501 docentes universitarios (INEI 2011), valor que incluye a docentes de Universidades Privadas, y la pregunta sigue retumbando: ¿sobre qué investigan?