Hace unos días fuimos con mi familia a visitar el Museo de
las Ciencias Universum (http://www.universum.unam.mx/)
en México D. F. Es un museo tipo el Museo de la Imaginación de Lima, pero con
muchas más atracciones y explicaciones sobre algunas ciencias básicas como la
matemática, la física, química y biología, donde se aprende jugando y pensando,
pero sobretodo divirtiéndose. Dos juegos llamaron primordialmente mi atención:
la campana de Gauss, aplicado por ejemplo en la teoría de las probabilidades, y
explicado tan comprensiblemente con una tabla y unas bolitas de acero; y las
torres de Hanói. Este juego matemático consiste en apilar discos de radio
creciente en una de las otras dos estacas siguiendo ciertas reglas (como por
ejemplo que un disco de menor tamaño no puede estar por debajo de uno de mayor
tamaño). Historias relativas al juego hablan de un templo de monjes quienes
tienen que mover 64 discos, el sacerdote de turno no debe mover más de un disco
a la vez, y no puede situar ningún disco encima de otro de menor diámetro. El
día que estos monjes consiguieran terminar el juego, el mundo acabaría.
Enlazando historias con lo que uno vive, recordé también que
hace unos cuatro años tuve la oportunidad de dar una charla sobre sistemática
molecular en líquenes, con motivo de las Jornadas Científicas de los
Estudiantes de Biología en Cusco. En aquel evento, también participó José Alvarez,
un conocido ornitólogo español que radica en Perú ya hace buen tiempo, y quien
en uno de sus comentarios sobre mi charla expresó que en el Perú se hace necesario
proyectos de ciencia aplicada más que de ciencia básica, o al menos eso fue lo
que entendí. En sucesivos episodios me he topado también con la repetida
pregunta: ¿y para qué sirve lo que haces?, y me ha tomado años formular una
respuesta que deje satisfecho al cuestionador. Para los que trabajamos en
ciencias básicas nos resulta difícil dar una respuesta que convenza,
sencillamente porque – aunque conozcamos a la perfección el campo que
estudiamos – muchas de las cosas que hacemos no tienen una aplicación directa
en la sociedad. En el Perú hace falta el desarrollo de tecnologías, estamos de
acuerdo, pero esas tecnologías aplicadas deben tener también una base bien
fundamentada para lograr el desarrollo.
La ciencia y la tecnología van de la mano, sin embargo una
es consecuencia de otra. No podríamos hablar de desarrollo de tecnologías sin
haber explorado antes el mundo de las ciencias. Y entonces es así como veo que
debe desarrollarse la ciencia en nuestro país, como las torres de Hanói, con
una base científica mayor al conocimiento aplicado, y de esta forma dar
estabilidad al desarrollo del país. Si los discos pequeños del conocimiento aplicado
son ubicados en la base, nuestra torre perderá estabilidad y en algún momento
caerá. No dejemos de lado a la ciencia básica, al contrario, es parte también
de nuestro desarrollo buscar sus aplicaciones en la sociedad.