lunes, 18 de mayo de 2015

Las Torres de Hanói

Hace unos días fuimos con mi familia a visitar el Museo de las Ciencias Universum (http://www.universum.unam.mx/) en México D. F. Es un museo tipo el Museo de la Imaginación de Lima, pero con muchas más atracciones y explicaciones sobre algunas ciencias básicas como la matemática, la física, química y biología, donde se aprende jugando y pensando, pero sobretodo divirtiéndose. Dos juegos llamaron primordialmente mi atención: la campana de Gauss, aplicado por ejemplo en la teoría de las probabilidades, y explicado tan comprensiblemente con una tabla y unas bolitas de acero; y las torres de Hanói. Este juego matemático consiste en apilar discos de radio creciente en una de las otras dos estacas siguiendo ciertas reglas (como por ejemplo que un disco de menor tamaño no puede estar por debajo de uno de mayor tamaño). Historias relativas al juego hablan de un templo de monjes quienes tienen que mover 64 discos, el sacerdote de turno no debe mover más de un disco a la vez, y no puede situar ningún disco encima de otro de menor diámetro. El día que estos monjes consiguieran terminar el juego, el mundo acabaría.

Enlazando historias con lo que uno vive, recordé también que hace unos cuatro años tuve la oportunidad de dar una charla sobre sistemática molecular en líquenes, con motivo de las Jornadas Científicas de los Estudiantes de Biología en Cusco. En aquel evento, también participó José Alvarez, un conocido ornitólogo español que radica en Perú ya hace buen tiempo, y quien en uno de sus comentarios sobre mi charla expresó que en el Perú se hace necesario proyectos de ciencia aplicada más que de ciencia básica, o al menos eso fue lo que entendí. En sucesivos episodios me he topado también con la repetida pregunta: ¿y para qué sirve lo que haces?, y me ha tomado años formular una respuesta que deje satisfecho al cuestionador. Para los que trabajamos en ciencias básicas nos resulta difícil dar una respuesta que convenza, sencillamente porque – aunque conozcamos a la perfección el campo que estudiamos – muchas de las cosas que hacemos no tienen una aplicación directa en la sociedad. En el Perú hace falta el desarrollo de tecnologías, estamos de acuerdo, pero esas tecnologías aplicadas deben tener también una base bien fundamentada para lograr el desarrollo.

La ciencia y la tecnología van de la mano, sin embargo una es consecuencia de otra. No podríamos hablar de desarrollo de tecnologías sin haber explorado antes el mundo de las ciencias. Y entonces es así como veo que debe desarrollarse la ciencia en nuestro país, como las torres de Hanói, con una base científica mayor al conocimiento aplicado, y de esta forma dar estabilidad al desarrollo del país. Si los discos pequeños del conocimiento aplicado son ubicados en la base, nuestra torre perderá estabilidad y en algún momento caerá. No dejemos de lado a la ciencia básica, al contrario, es parte también de nuestro desarrollo buscar sus aplicaciones en la sociedad.

martes, 5 de mayo de 2015

El arte de escribir

Como investigadores tenemos el deber de escribir los resultados de nuestros estudios, para beneficio social, científico y por supuesto personal. Para ello existen las llamadas revistas científicas cuyos enfoques y publicaciones periódicas abarcan los distintos temas de la ciencia y tecnología, así como los diferentes niveles en que se realizan los estudios, y las cuales llegan a distintos públicos (llamémosle temas que interesan a unos pocos o a muchos). A nivel mundial existe una diversidad de revistas científicas donde publicar, casi incontable, y el Perú no es ajeno a ellas, tanto así que muchas universidades peruanas cuentan con sus propias revistas de divulgación; aunque por supuesto, no todas tienen el mismo nivel académico. Según el tipo de revista en que se publique, tendremos una idea acerca de la calidad del investigador (y posiblemente de su excelencia académica). Para un docente universitario, publicar en una “buena revista” le da prestigio, y a la vez es un respaldo para su perfil académico cuando intenta obtener fondos para sus proyectos de investigación, formar redes con otros investigadores, o incrementar su grupo de investigación; por lo que esta tarea debe convertirse en una prioridad.

Sin embargo, escribir artículos científicos no es sencillo, hay varios factores que afectan su desarrollo. Principalmente el tiempo; el cual puede verse desde dos perspectivas: el tiempo que nos toma escribir, y el tiempo que disponemos para escribir. El primero de ellos depende mucho de la revista donde se piense publicar, si es en español o inglés (u otro idioma), o si pertenece a alguna base de datos (el CONCYTEC considera SCOPUS y MEDLINE). En mi corta experiencia, para una revista en inglés, y perteneciente a una base de datos internacional, me toma aproximadamente como seis meses posteriores a la obtención de resultados, tres de los cuales se van en la redacción del primer borrador, y los tres siguientes en las correcciones por parte de otros coautores o un colega externo; pasada esta etapa, el manuscrito recién es enviado a una revista donde entra en un bucle de “añorada pronta publicación”, donde sigue otro proceso de revisión por parte de editores y/o evaluadores, hasta que finalmente alguno da el visto bueno (no sin antes hacer algunas correcciones por supuesto). La práctica hace al maestro, dice un viejo dicho, y espero que ese tiempo se reduzca en un futuro próximo.

Pero cuando hablamos del tiempo que tenemos para escribir, la cosa es variopinta. Mi actual tutor considera que ese tiempo se reduce considerablemente cuando uno entra a la docencia universitaria, y lo cual es ratificado por varios docentes universitarios a quienes pregunté sobre el tema. Clases, prácticas, salidas de campo, asesorías, informes, y reuniones socio-académicas son algunas de las labores que afrontan nuestros docentes universitarios. De momento, esto vamos a dejarlo ahí, ya que estoy explorando más sobre el tema para ver que tanto afectan estas labores a la producción científica y tecnológica del país.

Para cerrar este apartado, mencionaré que otro factor en la redacción científica tiene que ver con la destreza, o capacidad de redacción. A algunos se le dará más fácil que a otros, la forma adecuada y el idioma (aunque queramos publicar en español) son factores muy limitantes; sin embargo no por ello debemos abandonar la labor. Como muchas de las cosas de la vida, esto también se aprende, y hay que capacitarse, tanto en la forma de redacción (para lo cual cada día aparecen más y más cursos y talleres de redacción científica), como en la redacción en otros idiomas distintos al nuestro (principalmente inglés). Capacitación es la palabra con que finalizo esta entrada, ¿qué tan preparados estamos para escribir un artículo científico?